Una parte fundamental del conjunto de transferencias culturales llevadas a cabo entre Andalucía y América desde la época virreinal hasta nuestros días está protagonizada por el fenómeno de la religiosidad.
El vínculo identitario establecido en un primer momento por los conquistadores y, más tarde, por los pobladores oriundos del sur peninsular, prolongado durante más de tres siglos gracias al monopolio comercial de Sevilla y Cádiz, y restablecido tras los conflictos independentistas en la siguiente centuria a manos de exiliados y emigrantes, permitió el arraigo continuado de numerosas devociones andaluzas en el continente americano.